La Esmeralda

abril 1, 2009

esmeraldas

Yo estudié arte, manualidades, sonoralidades y visionalidades, en todos los lugares que pude, con todos los maestros y cursos que me llamaron la atención, pasé por la Academia de San Carlos, el Centro de la Imagen, el MAM, el Carrillo Gil, en el extranjero, etc., pero la licenciatura la estudié en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado: La Esmeralda. Ahí, dentro del Centro Nacional de las Artes, pasé cinco años de mi vida más de doce horas. Saliendo de mis horarios habituales me quedaba a tomar cursos extras o haciendo cosas en los talleres. Quería exprimir la escuela, entender a todos sus maestros, y aprovechar al máximo todo el equipo que podíamos ocupar de manera gratuita.

Nosotros fuimos la segunda generación del nuevo plan de estudios en el recién inaugurado plantel del CENART. Entrar en esa escuela se entendía como un privilegio y la gente que llenaba sus espacios te motivaba a querer hacer más y mejores cosas. Existía sinérgia.

Nos toco defender el nuevo plan de estudios, defender espacios y profesores con propuestas menos tradicionales y ortodoxas, y hasta juntar firmas para que se abriera un taller de video. Ivan Edeza, Manolo Arriola, Ady Carrión, Alejandra Echeverría, entre otros, fuimos la primera generación de video comandada por Sarah Minter.

No existía la buena onda en nuestra generación, el ambiente era bastante hostil y se promovía el ojetísmo a todo lo que daba. No se compartía la info más que con los iniciados, y si podías hacer pinole al de al lado, mejor. Nunca hicimos una expo entre todos, ni siquiera una fiesta. Con ese espíritu color esmeralda se peleaba cada lugar, cada comentario, cada argumento. Con todo y sin tregua. La gente lloraba, algunos claudicaban y un güey hasta se intento suicidar frente a una cámara de video dentro de la escuela. Lo positivo que pudimos sacar fue un cinismo que nos vacunó contra las hostilidades cotidianas del mundo profesional, eso y que nos auto-inculcamos un espíritu bastante competitivo que mantenemos los pocos sobrevivientes que seguimos haciendo cosas.

A donde iba siempre dije que la mejor escuela para estudiar arte en México era la Esmeralda.

Hace poco me invitó una maestra a dar una plática en La Esmeralda, por ser mi alma mater y por que creo que hay que ser consecuente compartiendo la información como me la compartieron a mi, con mucho gusto acepté. Fue una triste sorpresa ver lo vacía y abandonada que estaba la escuela. Su director tenía la dirección muy decorada y las instalaciones muertas: sin alumnos ni proyectos visibles; extremadamente pocos atentos, algunos divagando y otros en la pendeja (todos emparentados en la inercia del descuido). La fuerza que alguna vez fluyó por sus venas lamentablemente creo que están evaporadas.

La semana pasada tomo posesión como nuevo director de la Esmeralda Eloy Tarcisio. Dice que va a mejorar las cosas. William George Ward dijo alguna vez «el pesimista se queja del viento, el optimista jura que va a cambiar, mientras que el realista realinea las velas».

Yo digo que ojalá y Eloy sepa levantar ese espacio académico y de producción, que lo remonte a la punta de la ola y supere los logros que tuvo en sus inicios. Que este país, y el mundo entero, necesita más y mejores estudiantes, y para eso se necesitan más y mejores profesores y directivos.

Amén.