Pornosotros

febrero 16, 2011

Que guste el sexo no es nada nuevo, es parte de su encanto para perpetuar la especie, que se use como tema en una producción artística y que se aborde de manera autobiográfica, esa es otra historia, o mejor dicho, ese es un mundo de historias que se han creado desde que la humanidad se ha expresado.

El sexo ha sido un tema recurrente en mi trabajo, una de esas obsesiones trabajadas sin empacho que también me permite hablar del amor y la pareja,  temas recurrentes en mi cabeza y obra también. Tengo la manía y el gusto por mezclar sexo y amor en mi trabajo, y a veces, el mal tino y el disgusto de confundirlos en mi vida personal.

El amor carnal vinculado a la representación visual nos lleva al uso de dos etiquetas, la erótica y la pornográfica, el ejercicio de delimitar cada campo es otro de mis entretenidísimos hobbies. Cada quien tiene una percepción de esta frontera y es tan subjetiva como válida. Para mi abuela Alicia los calendarios de Gloria Trevi que ponía en sus paredes eran pura y dura pornografía, para mi eran erotismo pop decorativo.

El buen gusto generalmente dictamina que lo erótico es más valioso, sublime y elaborado. Pero para los que gustamos de las cosas frontales y directas, de los sabores fuertes, las intensidades de la vida y el mezcal, las imágenes explícitas nos interesan más. Pero no todo erotismo, ni todo porno es bueno, «bueno» es en relación al uso que le demos. Y en este caso sirve para contar algunas anécdotas personales:

1.
La escuelita
A finales de los 90’s mi compadre decidió poner un sitio web porno, una coproducción de capital yankee y talento michoacano. Chicas que se desnudaban y se masturbaban frente a una cámara por una pequeña cuota en dólares. Un negocio familiar dado que la chamba estaba instalada en un cuarto en la casa de su madre y estaba supervisado por su esposa. Ante esta empresa familiar, no pude negarles mi apoyo. Así que desde mi oficina de creativo en el sur de la Ciudad de México, chateaba con ellas y les asesoraba sobre diversos puntos: su ingles, la manera en que podían seducir al cliente para que estuvieran más tiempo conectados, y algunas correcciones en relación a la cámara: encuadres, iluminación y su posicionamiento en el espacio.

El negocio iba sobre ruedas, mi compadre ganaba mil dólares al mes por la operación y las chicas podían estudiar, trabajar y ser felices. Total, ninguna de las visitas al sitio web eran nacionales, un gozó cotidiano remunerado que les permitía tener una vida digna, valga la posible contradicción.

La historia terminó cuando los padres de las chicas se enteraron y amenazaron a mi compadre con una pistola afuera de su casa. Las oportunidades se les cerraron y mi ventana como entrenador de cybersex también.

2.
El nacimiento de Cursiagridulce
Mi primo desde muy temprana edad fue fan de la pornografía, y tenía un gusto desmedido por las canciones románticas y el alcohol, podríamos decir que le gustaba la «bohemia hardcore». Tenía excelentes colecciones porno en VHS y una librería musical melosa en CD de antología. Las borracheras de la adolescencia la pasábamos encerrados en su cuarto viendo escenas de sexo explícito y cantando canciones de amor.
Siempre he pensado que ahí nació el  Cursiagridulce y uno de mis preferidos malentendidos.

3.
Caliente, demasiado caliente
Saliendo de la preparatoria no sabía si irme a estudiar artes a Francia o a Italia,  la escena de ver a un italiano cojerse un montículo de arena en Zipolite mientras repetía «Caldo, sono tropo caldo!» me hizo entre carcajadas saber que definitivamente quería ir a ese país para entender porque eran así estos colegas.

Después de un año de vivir allá no creo haber entendido al amigo de la playa, pero sigo sonriendo cuando escucho hablar italiano.

4.
El casting
Trabajé hace siete años en Liverpool Polanco como fotógrafo de muebles. Durante medio año y para poder ahorrar y comprarme mi primera cámara profesional de video. Una tarde al terminar la sesión con salas y lavadoras, por la calle se me rompió el pantalón, así que le pedí al velador que estaba en el edificio frente a donde estaba mi coche estacionado que me dejara pasar a ponerle gaffer a mis pantalones, me dijo que si, entre, pase a un cuarto y me quite el pantalón. En ese momento me di cuenta que el edificio estaba como abandonado por dentro, y que estaba yo en calzones con un güey que no conocía, para sobrellevar el pánico y romper el hielo le pregunté que de qué era el edificio. Me contestó que ahí hacían una revista porno, le dije que yo era fotógrafo en Liverpool, que si necesitaban más lentes yo estaba disponible. Una vez arreglado el pantalón fui a hablar a un cuarto en el piso de arriba con «El contador», un señor de lentes, gordo y rodeado de cajas. Le propuse mis servicios, me vio, sonrió y me dijo que de momento no necesitaba fotógrafos.
Mi carrera de pornógrafo nunca despegó.

5.
¡Es que lo amo!
Hace algunos años salí con Jordi Soler y su editor Malcom a perpetuar el ritual  etílico nocturno. Tras varias locaciones terminamos en la Roma, en el Jacalito. Fue una noche llena de pormenores simpáticos, tanto que Jordi hasta escribió una nota en el Reforma al respecto, pero uno de los hechos que más me impactó esa noche y que omitió mi amigo Soler, fue cuando a la mitad del salón una chica se arrodillo y se la comenzó a mamar a su novio. Sorprendidos de que dicha acción se realizara en público y a menos de 30 centímetros de nosotros, fijamos nuestras miradas hacia la chica, ella volteó y nos dijo: «¡Es que lo amo!!». Regatón de fondo a todo lo que daba.

¿Un acto sexual explícito pero amoroso es pornográfico? ¿Solo porque es público?

6.
Una historia de amor
Un amigo italiano se enamoró de una prostituta. Ella le dijo que se dedicaba a la arquitectura y el le creyó. Me pregunto en que parte del proceso, del manejo de sus habilidades profesionales, se dio cuenta de la actuación.

El músico japonés Masami Akita dice que «El porno es el inconsciente de la cultura y el libido de la humanidad», yo digo que en países con una sexualidad tan peculiar, por no decir jodida, como la nuestra, el uso didáctico del porno puede ayudar a sanar varios problemas, claro en dosis personalizadas y según cada quien las necesite.

Amén.