Por un lado siempre me han llamado la atención las mujeres que saben que es lo que quieren, y que no le dan muchas vueltas para llegar a eso, en mi pueblo las llaman de moral relajada, yo les digo de amplió criterio y voluntad explosiva. La primera chica de la que me enamoré tenía fama de hacer orgías en un jakuzi, yo tenía 16 años y esa información me rebasaba, me dejaba demasiado inquieto. Con un amigo la intentamos espiar varias veces. Lamentablemente, para este blog, nunca vimos ni participamos de una, así que no les puedo confirmar si era cierto o era un mito semi-urbano región 4.
Por el otro, las mujeres inalcanzables y las historia de amores imposibles siempre me han enganchado. Antes pensaba que si una chica tenía novio y vivía en el extranjero tenía todos los atributos para que me enamorara de ella. Mis amigos dicen que me gustan las muñequitas, las princesas de otras órbitas, no las mujeres reales con las cuales podría construir algo.
El kilometraje, la experiencia o los retos de lo inalcanzable nunca me habían incomodado, lo que a veces me generaba conflicto es cuando se me cruzan los cables y confundo los roles. Es ahí donde la brújula se pachequea y pasó al terreno del sacón de onda.
La semana pasada comí con la chica que me dijo que no se animaba a entrarle a una relación conmigo porque tenía ganas de zorrear. Le pregunté que como iba, me dijo que mal, que no se le daba. Para como yo entiendo las cosas, el zorrear tendría que ser un proceso, una parte de la búsqueda, no una meta. Me dijo que quería ser mi amiga, le dije que mejor no, que después confundo y no respeto los límites.
Pensando a posteriori sobre este tipo de personajes e intereses personales, llego a la conclusión que ni una ni otra opción me llenan. Que no es lo que quiero en mi vida, ni creo encajar bien en esas historias, soy demasiado meloso y cursi para saber manejarlo. Ya lo decía Cri-cri hablando de los amores de la realeza: «La princesa caramelo no podía vivir con el, porque al rey en vez de pelo le brotaba pura miel».
Yo hoy se que pa’lante no quiero ni unas ni otras, algo mas sencillito y aterrizado. Menos complicado y mas de adevis. Que al fin y al cabo, no hay mejor amor imposible que aquel que tiene un final feliz.
Amén.