Hace siete años, en un soleado diciembre y ante la euforia de realizar regularmente caminatas campo traviesa los fines de semana, se nos ocurrió al amigo Uriel Waizel y a mi convocar abiertamente para realizar una caminata que fuera desde las Torres de Satélite hasta la Basílica de Guadalupe. El motivo era festejar de una peculiar manera el día de la Virgen de Guadalupe. Nos parecía una excelente idea, así que apostamos en ella: Diseñamos un volante donde se veía a la virgen de Guadalupe protegiendo las Torres, la spamiamos generosamente en nuestra base de datos, y Uriel hasta consiguió que la estación de radio Ibero 90.9 le hiciera una mención y nos hiciera un seguimiento de la marcha vía telefónica.
Sabíamos que estábamos ante una de esas iniciativas que tienen un dejo de absurdo, que puedes medir que funciona desde que al contarla genera sonrisas, pero que cuando convocas para llevar a cabo, su destino es incierto. Aun así le entramos y a las diez de la mañana de ese día fuimos a las torres a medir la aceptación real de la propuesta. La situación era de esperarse: Uriel y yo estuvimos solos en medio de las torres, esperando un quórum que nunca llegó.
Ya en la necia, sin nada más que hacer y bajo la bendición de la Guadalupe y el optimismo sateluco, decidimos hacer el recorrido nosotros. A ojo de buen cubero trazamos una línea imaginaria entre los dos puntos, o mejor dicho, entre nuestro cálculo geográfico de los dos monumentos, nuestra noción de línea recta y la bendición de la Guada (ya que no había teléfonos inteligentes con GPS) y comenzamos a caminar. Fue desastroso, jodido, insano y peligroso, pero también fue una experiencia única, absurdamente bella, llena de personajes y locaciones insólitas. Yo documentaba todo con una cámara, y Uriel recibía una llamada de vez en cuando de la radio donde les platicaba por donde íbamos, por supuesto hablaba siempre en plural y afirmaba «la caminata va a la altura de tal avenida, ahí nos pueden ver», y yo moría de risa porque seguro los radioescuchas imaginaban más que dos satelices cruzando el D. F. ¡Dios bendiga la magia de la radio!
Así recorrimos a pie por horas y avenidas las venas desde Ciudad Satélite a la Ciudad de México. Al llegar le cantamos las mañanitas a la Virgencita, compramos generosa mercancía guadalupana y nos regresamos en taxi por nuestros autos a Satelandia. Si, fue una convocatoria fallida, pero una GRAN anécdota y vivencia. Es bien sabido que se aprende más de los errores que de los aciertos.
Este fin de semana hemos estado organizando una serie de eventos para presentar «Satélite, el libro», un proyecto editorial empujado por Dante Busquets, Guenola Caprón, Martha de Alba, Uriel Waizel y yo. Dicho libro suma el talento de más de 40 colaboradores como Los Tacvbos, Arcangel Constantini, Marco Colín, Sol Henaro, Louis Noelle, Nicolas Alvarado, Luis García, Cecilia Estrada, Ricardo Gómez Garrido, Melissa Suárez del Real, Lilian Vázquez, Juan Villoro, Alex Dorfsman, y demás cómplices satelitenses. Se pudo por fin imprimir en papel después de cinco años de trabajo gracias a la generosidad de muchos aliados, pero en especial a la UAM Iztapalapa y Atzcapotzalco.
Para cerrar con broche de oro esta serie de charlas, conciertos, mesas redondas y exposiciones que organizamos para festejar el lanzamiento de la publicación, se nos ocurrió otra idea linda y peligrosamente absurda como la de hace siete años: dar un abrazo colectivo a las Torres de Satélite. Hemos convocado por redes sociales y medios para que hoy domingo 26 de febrero a las 7 pm venga la gente y entre todos les demostremos a las Torres de Satélite, mediante un abrazo, el cariño que se merecen. Son el símbolo que corona y representa a los suburbios del norte de la Ciudad de México, la antena vital en el corazón de los satelucos, el alfa y el omega de la mitología e identidad de millones de mexicanos. A diferencia de nuestra anterior iniciativa, en este caso si solo vamos Uriel y yo, no creo que podamos lograrlo y ni siquiera intentarlo, pero también a diferencia de hace años, ahora hay una chulada de libro de por medio que demuestra mucho amor bien canalizado hacia esta zona de la Ciudad de México.
Estoy seguro que esta vez la idea va a funcionar, pero estoy más seguro que este amor hacia nuestros barrios, nuestras ciudades, nuestro país, nuestro planeta, lo deberíamos de mostrar todos los días, y cada vez en más generosas cantidades.
Amén.