El barrio bravo

abril 19, 2011

Así se le conoce a Tepito por su reputación de haber formado a varios reconocidos boxeadores como el púas Olivares o el ratón Macías; y por esa misma razón su emblema del metro ostenta nada mas y nada menos que un guante de box. Aquí también vivieron otros guerreros del ring como el Santo y el Huracán Ramirez, míticos gladiadores en la historia de la lucha libre mexicana. Otras personalidades que han sido residentes son el cómico Cantinflas, el periodista Ricardo Rocha, el futbolista Cuauhtemoc Blanco, y durante trece años a partir del sismo de 1985, el neólogo Felipe Ehrenberg. Este último fue él que nos invitó el pasado fin de semana a conocer «el famoso territorio indómito».

El tono bravo de la zona se percibe desde que llegas a la estación de metro, un detector de metales te da la bienvenida, mosaicos con motivos abstractos del mundo del boxeo tapizan las paredes, y lo primero que ves saliendo es un un mar de personas, contenido por infinidad de puestos de todos los colores y sabores montados sobre el mismo eje vial. La competencia sonora, para ver quien llama más la atención entre un puesto y otro, se resuelve mediante la sencilla herramienta del volumen. En medio de todo el tráfico, cruza la avenida una docena de motocicleteros con parches verdes fosforescentes que dicen «Vagos México». Cuando veo esa manada soy consciente de que en esta parte de la jungla, el safari apenas esta por comenzar.

Cruzamos una serie de puestos que venden sobre todo películas piratas, DVDs con todo tipo de géneros por tan solo 4 pesos, una cartulina menciona los personajes favoritos que se venden: Pedro Infante, Tin Tan, Cantinflas, Narcos y Almada. Rancheros, cómicos y narcotraficantes. ¿Será por eso que algunos están apostando por la narco-comedia? Un letrero montado sobre el changarro defiende el espíritu del producto y la realidad de dicho mercado, dice: «Me copias, pero nunca me igualas». La copia ilegal de productos siempre ha sido criticada por la industria y los intermediarios, pero promovida por algunos creadores y consumida por la mayoría de la población marginal. Al igual que con las drogas, la situación se va a resolver cuando se analice el problema y se legalice, de nada sirve solo satanizarla.

Un amigo local me cuenta que existe piratería de 1er, 2do y 3er nivel, y se define según sea la calidad de la copia y lo que esta dure. Lo que más se piratea son películas, perfumes y tenis. «Anteriormente existía más fayuca, pero desde que llegó el PAN es más difícil que los productos lleguen» dice el mismo amigo. «Cada tercera noche hay un operativo policiaco que recoge la mercancía». ¿Que le sucede a todo lo que se decomisa? -pregunto. Aparece después en algún SAMs, se revende ahí. Nada se desperdicia, ni se destruye. Recuerdo a un ex-militar que me contó que cuando se decomisa la droga solo se quema una porción para la foto en los medios, la demás se revende. Es mucho dinero para tirarse a la basura– me decía.

Nuestra primera escala es un cafe-galería decorada con cuadros con motivos narcos, de lucha libre y grafiteros. Tres niños con nombres peculiares juegan a la entrada: Gael, Lenin y Michelle. Me queda claro que el hecho de convivir con tantas películas seguramente influyó en estos nombres. No cabe duda que todo se recicla, sobre todo la creatividad. Estos niños son «tepiteños», así se les dice a los que nacieron aquí, a los que vinieron a residir para vender se les conoce como «tepiteros». Dicen los primeros que cada vez viene menos gente, que cada vez hay menos venta. Que todo se ha complicado desde que los Carteles les piden comisión por vender productos ilegales. «Te pueden pedir una comisión y luego quitarte tu mercancía.» Hasta los más bravos les esta pegando la inseguridad nacional.

La segunda parada la hicimos cerca del Hotel Sevilla, que esta construido donde se derrumbó la casa de una comadre de Felipe durante el terremoto, ahí perdió a sus dos hijos y, según cuentan, la razón durante un tiempo también. Los lugareños reconocen a Ehrenberg, lo abrazan, le dan besos y le dicen que es un verdadero gusto verlo. Felipe se mudó al Barrio Bravo un día después del mentado sismo, para ayudar en el rescate y en la organización de la reestructuración. Fue parte activa de la comunidad,  me lo había platicado muchas veces pero hasta ahora pude constatar el nivel de vínculo que generó con esta gente, y mejor aún, con sus personas por nombre y apellido. La gente lo quiere bien, es uno de ellos.

Seguimos avanzando rumbo a la iglesia de San Pancho, la principal de la zona, nos explican que Tepito tiene dos más: Santa Ana y la Conchita. Pasamos por entre los puestos, y entramos a un pasillo extremadamente largo y angosto, del otro lado hay un corredor lleno de orines y excremento que divide el costado de la iglesia y una cancha de fútbol de tierra con un alambrado deteriorado a su alrededor. Al llegar frente a la iglesia hay una banda de chicos con gafas oscuras y tatuajes que nos ven con cara de asombro, somos un convoy obviamente ajeno, compuesto por un neólogo; su sobrino, un programador pelirrojo; un hotelero portugués y su hijo, un tepiteño y su servidor, un superheroe sateluco retirado.

Nos da la bienvenida a la iglesia de San Pancho una imagen del Divino Preso, un Jesucristo con las manos atadas y ensangrentado, se encuentra al costado derecho de la entrada vestido con una túnica morada. La iglesia esta en reconstrucción, pero tiene unos pendones a sus costados con las siguientes frases bordadas en dorado sobre el mismo morado: «Perdona nuestros pecados; No endurezcas su corazón; Sean Compasivos y misericordiosos; Ven en nuestra ayuda salvador nuestro.» Supongo que estos mantras ayudan a sobrellevar el contexto, por lo menos a recordar la buena onda que nunca sobra.

Nunca había transitado tantos diferentes tipos de mercados contiguos, de un mar de puestos, se pasa al tianguis, de ese a una especie de mall al are libre, de ahí a un típico mercado con comida y puestos fijos que venden animales exóticos, ropa, y botas de mariachi. Fue inaugurado en 1957 por Adolfo Ruiz Cortines y Ernesto Uruchurtu. Un tipo grita en la entrada: «¡Bienvenidos al Suburbia sucursal Tepito, es lo mismo pero más barato!» Me piden que guarde mi cámara, a los que venden animales exóticos no les puede gustar, veo varias tortugas, muchos pájaro y una infinidad de serpientes encerradas donde una pitón albino luce espectacular.

Felipe esta engentado, así que salimos de la zona saturada de mercados para pasar a conocer la famosa vecindad Casa Blanca. Obviamente por su cercanía con el Zócalo, tiene su inicio en la época prehispánica, pero es hasta 1890 cuando pasa de ser un terreno con potreros y arboles frutales a convertirse en un conjunto habitacional. En 1986 se derribó la antigua vecindad y se fundó la nueva. De ahí es Don Pepe Miranda, famoso por su sonidero La Changa. Dicen que le llamaron Casa Blanca porque un señor que se parecía a Abraham Lincoln vivía ahí.

A una cuadra, en Panaderos esquina Alfarería, se encuentra el altar más importante de la zona a la Santa Muerte. A la entrada, una lona impresa en negro con una calavera y el siguiente texto «No temas donde vallas, que has de morir donde debes». Tres nombres firman la impresión: Sandra, Sebas y Sorriks. Me gustan los santos y las representaciones religiosas, pero jamas me he colgado una Santa Muerte, se me hace muy densa, demasiado punk para mi gusto, el hecho de que le puedas hacer peticiones malintencionadas y de daño a terceros no va con mi idea de rezo. Lo único que me parece interesante es su origen sincrético, el hecho que mezcle dioses aztecas, mayas y a la iglesia católica. Felipe y su mano tatuada con huesos parece más emocionado que yo. Esto ya no es Tepito, es la colonia la Pensil, que esta junto con pegado y que también tiene calles donde «te matan de a gratis».

El último punto que visitamos, antes de salir del Barrio Bravo, en una cantina que insiste el amigo hotelero conocer: La Principal. Esta en la esquina de Venustiano Carranza y Matamoros, el dueño es Eduardo Patiño, hijo de un madrileño expatriado. Esta cantina es la única que queda de las 19 que había por la zona, y solo abre de 9am a 6pm, por seguridad opera simultáneo a los vendedores. Los parroquianos de mayor edad, un grupo de tres «salderos» de 70 años donde uno esta jurado, nos recomiendan tomar una hierbabuena hecha a base de ron. Una joya refrescante color esmeralda. Un niño de ocho años entra y pide un trago azul turqueza para llevar, es una reinarepretación de un Tom Collins, típico de la casa también. En el ambiente hay una mezcla de por lo menos cuatro fuentes sonoras, de los que solo alcanzo a reconocer a Roció Durcal y un beat de regatón.

El amigo tepiteño que nos acompaña me pregunta si yo soy el ridículo que fue vestido de charro con un chihuahueño a la exhibición retrospectiva de Ehrenberg. Le contesto que si, que soy el curador de la expo y que no me parece ridículo vestirme así, ni tener un perro pequeño, le muestro la foto de mi abuelo vestido de charro en el celular para defender mi argumento o por lo menos mi derecho a vestirme así. Me contesta: «Eres una diva». Ante tan amable conversación, y al ver la nota de periódico que tienen enmarcada en las paredes, sobre la balacera que se dio en esa cantina en los 30’s, recuerdo el apodo de este barrio y sonrío para darle un sorbo a mi deliciosa hierbabuena.

Me siento muy agradecido con este paseo, por haber podido conocer un poco más de ese México que me sorprende: el bravo, el bárbaro, el profundo. Lo políticamente incorrecto no nada más se me resbala, si no que se me antoja necesario.

Amén.


Un nuevo inquilino

abril 19, 2011

Es amarillo y muy joven, tanto que le faltan algunas plumas en la cabeza. Tiene el pico pequeño y chato, y unos ojos rojos que parecen nunca dejan de mirarte. Es un perico australiano, me lo regaló mi ahijada Alejandra, y cómo, cuando sea grande, quiere ser directora de orquesta, me dijo que se llamaba «Vivaldi», por supuesto que no le dejé ese nombre, desde que entró a la Romita le puse Juanga, en honor al divo de Juarez, mi compositor y cantante favorito. Todas las mañanas canta o chifla, estoy tratando de enseñarle alguna canción o ya de perdis aprenderme yo una de él. Estoy seguro que el proceso mutuo de aprendizaje será lento pero divertido.

Su jaula es grande y de color oro, para recordarle lo que dicen los Tigres del Norte: «aunque la jaula sea de oro, no deja de ser jaula». La coloqué al centro de la casa, para darle una posición privilegiada que le permita visualmente dominar todo el territorio, y bueno, porque es el único lugar donde cabe. Una vez al día lo dejo salir, cierro todas las ventanas y la puerta, y se sale a pasear por entre los libros, los DVDs y demás archivos. De momento su lugar favorito para descansar fuera de la jaula es un juguete AT-ST de la Guerra de las Galaxias que esta encima del fregadero.

Existen algunos datos peculiares que me gustan de esta pequeña ave:
1. Salió por primera vez de Oceanía rumbo a Inglaterra en el año de 1840, no pude encontrar el dato de cuando llegó por primera vez a México, pero me gusta pensar que le tomó por lo menos a este muchacho unos 130 años llegar a mi casa, eso sin hablar de los kilómetros recorridos, entendido todo en relevos generacionales por supuesto.
2. Su nombre en aborigen australiano «kamilaroi» significa «buena comida», por mera curiosidad busqué en internet platillos hechos con su raza pero no encontré ninguno, supongo las recetas quedaron perdidas en los anaqueles de algún aborigen incomprendido por la alta gastronomía inglesa.
3. Dicen que son monógamos, que rara vez cambian de pareja si uno de los dos muere. Para los pocos que todavía creemos en tener una sola pareja, me parece un acto loable, aunque se de solo porque están los dos encerrados en la misma jaula.

Este nuevo, frágil y querido ser me hará redimensionar muchas cosas en mi hábitat. Igor Stravinsky decía «No he entendido un compás de música en mi vida, pero lo he sentido». Yo digo que no entiendo todavía lo que canta el pequeño Juanga, pero estoy seguro que día con día, todas las mañanas nos haremos sentir mejor.

Amén.


Anécdota gastronómica

abril 15, 2011

Alex Atala, uno de los chef brasileño más famosos y reconocidos del momento, tiene ambos brazos cubiertos completamente con tatuajes, uno de ellos, el que está en su extremidad derecha, es un dibujo muy peculiar, dice que es la historia de cómo la cocina lo transformó de un enojado punk a un feliz cocinero. Su tatuaje me recuerda mi adolescencia, pero sobre todo una anécdota con mi hermano.

En segundo de preparatoria no nos dejaron reinscribirnos a varios amigos, a mi hermano y a mi, por la manera en que nos vestíamos y la actitud que teníamos. Tratábamos de ser lo más punk posible en la escuela más fresa de una ciudad pequeña, moralista y conservadora. Pantalones rotos, botas de motociclista con cadenas de ferreterías enredadas, ojos con delineador, pelo largo, aretes, y todos los demás artilugios que un adolescente que se considere rebelde debe de poseer.

Para no perder un año escolar, tuvimos que firmar una carta compromiso con el director. Me sentí frustrado, como un acto de protesta durante todo tercero de prepa fui sin bañarme y casi con piyama a tomar clases. Apatía total, por supuesto me deprimí. Un año después, mis padres me apoyaron para irme a estudiar artes gráficas a Italia. Mi hermano simultáneamente dijo que el quería irse a estudiar para sommelier a las Europas también, y por supuesto su propuesta no fue tomada muy en serio. ¿Sería por lo serio que se tomaba ya en esas fechas el catar varios  tipos de bebidas espirituosas?

Después del año de estudios en el extranjero, la amiga Ari, mi hermano Rodo y yo viajamos una cantidad absurdas de kilómetros durante dos meses en tren, para tratar de conocer la mayor cantidad de ciudades de  Europa central. El típico maratón juvenil que hasta la fecha acostumbran hacer algunos jóvenes saliendo de la preparatoria, los que pueden solventarlo y los que siguen padeciendo el eurocentrismo. Por cierto, cabe mencionar que Atala también fue mochilero en las europeas, dicen que vagó haciendo todo tipo de chambas, desde pintar paredes hasta ser  DJ en un legendario club.

Como muchos clasemedieros mexicanos que hacen este viaje, no teníamos mucho presupuesto, entonces sobrevivíamos como podíamos, falsificábamos las fechas en nuestros boletos para tener más días de traslado, dormíamos en el tren o en hostales mochileros, llegamos a estar cuatro o cinco días sin bañarnos, que para las fragancias europeas no es tanto, y comíamos lo más barato que encontrábamos en las tiendas o mercados. Ricos panes con chingos de semillas, sardinas, y un pedazo de fiambre o queso. Eso si, vino barato pero cotidiano. Repartíamos las porciones en tres partes iguales, yo siempre apañaba la más grande, mi justificación era: «Que coma más, el que más hambre tenga». Si, era todo un gandalla.

Por esas fechas yo quería ser pintor, así que la agenda en cada visita a una nueva ciudad era clara: visitar la mayor cantidad de museos posibles, a veces dos o tres en un día. Tarea absurda y costosa cuando sabemos que toda Europa es un museo viviente y que con el cambio de moneda los ingresos a dichos espacios eran considerablemente costosos. Mi hermano nos acompañó en las primeras excursiones museísticas, pero en una contra esquina de Vienna, dijo: «Sabes que, yo no quiero ir a tanto museo, porque no mejor nos dividimos el presupuesto y tu vas a tus museos y yo me voy a restaurantes a probar platillos locales». 

Hace diez y ocho años su decisión me pareció mala, hoy me parece la más sensata del mundo. Ahora me emociona tanto o más conocer la cultura viva de un país: su comida, su música, su cine, sus acentos, su gente, sus historia, sus costumbres, tradiciones y rituales locales, que lo que encuentras enfrascado en un museo. Una cosa no cancela a la otra y todo se suma y/o se transforma, pero en esos mozos años estaba más emocionado con el cubo blanco que con el flujo vital y cotidiano de las ciudades, hoy me siento más seducido por lo segundo.

Cuando ví el tatuaje de Alex me acordé de nuestra punketes provinciana, y me pregunto qué habría sido de mi hermano si hubiera estudiado para ser catador de vinos. O qué pasaría si ese sueño en algún momento se lo hubiera tomado más en serio. No tengo ni idea. Lo que sí se, es que me encanta verlo en la cocina en navidad, preparando platillos que vio en algún canal gourmet, o feliz encargado del asador durante las parrillas familiares, o asistiendo a las catas que organizamos en nuestro bar.

Quizá en algún momento nos de la sorpresa y capitalice esta pasión por el buen comer y el buen beber. Mientras tanto seguiré sorprendido por el poder de transmutación de la comida y agradeciendo diariamente la fortuna de haber pasado del punketo enojado al artista feliz.

Amén.


Mi aprendizaje con las galerías

abril 6, 2011

Hoy empieza ZONA MACO, la Feria Internacional de Arte Contemporáneo en México, reza su invitación «más de 900 artistas en exhibición, representados por más de 90 galerías, provenientes de 20 países». Me considero un profesional dentro del mundo del arte, me he dedicado a esto de lleno la mayor parte de mi vida, no me va mal, me muevo en varias latitudes y me da un rico nivel de vida, pero nunca he entrado de lleno al sector de las galerías, he tenido algunas experiencias, no todas muy afortunadas, a continuación un breve recuento con sus respectivas lecciones de aprendizaje:

1.
Quadro Arte (Morelia)
En mi primera exposición, que se llamó «El rincón del rinoceronte», vendí algunas piezas, y como la mayoría eran grabados sobre metal, los empecé a dejar comisionados en la galería de Azucena Solórzano que estaba en el Hotel Calinda. No recuerdo haber vendido mucho con ella, pero por lo menos no perdí, me regresó al final lo que no se vendió y me olvidé por un rato de hacer cosas que se vendieran. Me enfoqué en tratar de entender otras cosas, en específico en mi proceso educativo en La Esmeralda. Aquí la primera lección fue: Si vas a aprender a hacer cosas, hay que aprender paralelamente a saber venderlas. Hoy hay mercado para casi-todo.

2.
Galeria Animal (Santiago de Chile)
Esta es una de las mejores galerías chilenas, por lo menos eso me dijo mi amigo el fotógrafo Mauricio Alejo que ya había expuesto con ellos. La primera vez que viajé a Santiago les propuse un programa doble de video mexicano: una curaduría con diez y seis artistas y una revisión de trabajos personales. Felices de la vida aceptaron, pagaron una suma por los derechos de proyección. Ahí aprendí algo básico: Una cosa es exponer en una prestigiada galería, otra muy distinta es que te representen.

3.
Enrique Guerrero (México D. F.)
En este país se venden cada vez más vídeos dentro del mercado del arte, pero para la cantidad de artistas que trabajan con este medio el número de ventas no es significativo. Enrique es un buen amigo, que ha representado a otro par de buenos amigos. Así que en esa dinámica amistosa le propuse hace casi una década que inventáramos un mercado de arte en video. Me dijo: «Es que yo no se de video», – muy fácil, le contesté. Yo te enseño, todos los sábados o domingos nos juntamos y te platico de historia, de técnica, teoría y revisamos la producción histórica local e internacional. No se animó y yo me quedé con las ganas de ayudar a abrir una brecha en ese mercado en específico. Supongo que la lección aquí sería: no hay que complicarle la agenda, los fines de semana, a la persona que le propones hacer un negocio a largo plazo.

4.
EDS (México D. F.)
Por Enrique conocí a Eli, ella se independizó y abrió su propio changarro. Por recomendación de mi  amigo Hector Falcón empezamos a trabajar juntos. Todo parecía que iba a funcionar hasta que publiqué mi primer libro «Cursiagridulce» y se me ocurrió invitar a mi galerista a que cooperara. Me dijo que si, que ella le entraba con una tercera parte del costo, yo le creí y confié en ella, entonces cuando salió el libro se desentendió y dijo: «Yo nunca quede de pagar nada, es más, dí que no te cobro por usar mi logo en tu libro o por almacenar tus piezas en mi galería». ¡Hazme el chingado favor! Se quedó con su crédito de a gratis en mi publicación, por supuesto yo le retiré mis piezas y hasta el saludo. La lección aquí fue: Por más confianza que tengas, todo tiene que estar por escrito y firmado, sobre todo si involucran pesos.

5.
Lobo (Ginebra, Suiza)
Aquí exhibí el proyecto de Videohuahua hace algunos años, pese a que tiene el nombre de galería es más un mini-taller o laboratorio de experimentación artística con tecnología que un espacio vinculado a un mercado del arte. Expusimos todo y no se vendió nada. Ahhhh pero que bien la pasamos en ese lugar: Cocinábamos, bebíamos, poníamos música, se dieron talleres, etc. Lección suiza: Si se va a llamar galería el espacio, que haya una persona que se dedique exclusivamente a vender.

6.
Galeria Contrast (Barcelona)
Esta galería me pide cosas de vez en cuando, nada constante pero el año pasado me incluyó en su programación durante el Festival LOOP. Con un buen voto de confianza les mande las piezas y no vendieron nada. Aquí la lección es sencilla, si no se va a vender, de menos cobra una cuota por prestar las piezas. Este año me invitaron de nuevo a exponer, les dije que con gusto pero que pagaran un fee. Se echaron para atrás. ¿Por que querría trabajar con galerías que no venden ni pagan por mostrar mi trabajo? Para eso ya trabajo con Museos y Centros Culturales.

7.
Yautepec (México D. F.)
La amiga norteña Daniela Elbahara me pidió hace tiempo que le mostrara mi trabajo. Después de un par de horas y varios mezcales en mi guarida, me dijo por mail «Muy interesante. No cabe duda que eres de los artistas mexicanos más activos», eso dijo pero tampoco se animó a vender nada. Aquí la lección es: El hecho de que tu trabajo «guste» no significa que sea sencillo de colocar o que invite a vender.

8.
Luis Adelantado (México D. F.)
Mi amiga Fanny trabajaba en esta galería, ella pensó que a Luis le podía interesar mi trabajo, me hizo una cita y fui a verle con mis publicaciones de regalo (tres libros, tres DVDs y un par de postales) y mi carpeta de 60 hojas impresas en lasser a color: piezas, proyectos, curriculum, reseñas, etc. Después de mostrarle y explicarle mi trabajo por casi una hora, y de cantarle algunas credenciales, como que era tutor del FONCA de uno de sus artistas y que con otra exponía en Valparaiso en Chile en un par de días, me dijo: «Déjame tu carpeta, la reviso con calma y después platicamos». Paso el tiempo, y entre viaje y viaje le dejé mi carpeta un par de meses, siete para ser exactos, cuando le pedí a mi asistente que la recogiera ya que no había tenido ninguna respuesta, le dijeron en la galería que ya la habían tirado a la basura. No lo podía creer. ¡Me había costado $700 pesos imprimirla! Una falta de respeto, y de madre, mayúscula. Emputado le marqué por teléfono, no me lo pasaron ni me regresó la llamada, le mandé un mail y no contestó. Hasta la fecha no he tenido ninguna respuesta de su parte. La lección es contundente: Hay gente que es mejor no conocer, mucho menos tratar de hacer negocios con ellos.

9.
Central (México D. F.)
Este viernes abre Central, una galería donde están involucrados amigos cercanos. El espacio esta chulísimo y esta en una zona muy coqueta. La verdad promete, no me queda duda de que muchas cosas van a pasar ahí, solo espero que las puedan hacerlas redituables económicamente tanto para los artistas involucrados como para los organizadores. Soy parte del Consejo Consultivo de ese espacio, y esta lección es salomónica: Si te quejas de los galeros, pon tu galería.

En fin, dice mi amigo Carlos Capelan, uno de los artistas más reconocidos del Uruguay, que él empezó a vender con galerías hasta después de sus cuarentas. Así que no me preocupo por colocar mis piezas con intermediarios, seguiré mejor ocupado en mejorar y ampliar mi discurso y obra. Daré lo mejor de mi, lo demás vendrá por añadidura.

Amén.